Prometí hablar de política y de
los políticos y allí voy. Como todo el mundo sabe, soy pensionista desde hace
unos años. Soy además, por mis genes, crónico en dos males muy comunes en la
actual sociedad. Uno de ellos un exceso de colesterol. Y digo que por mis
genes, ya que es un desorden muy común en mi familia. Pobre de mí que siempre
he comido verdurita hervida y agua con gas.
Vuelvo a los políticos. Parece
ser que sufren porque los jubilados son poco solidarios y quieren que
contribuyan más al estado de bienestar de España. Que inteligentes. Como el
chiste de los vascos, ese que dice oye Pachi, que cuentan que los de Zumárraga
son muy inteligentes; - ¿Cuánto peso levantan, pues?...le contesta Pachi. Pues
eso son los políticos de España. ¿Cuánta corrupción levantan?
Yo siempre he sido un defensor del
copago. Todo lo que es gratis se derrocha –por eso los políticos derrochan a
mansalva. Ahora bien, que no me cuenten ningún cuento chino –os adjunto uno de José Motapara que os riáis- que el incremento del copago conlleva una mejora del sistema
de salud. Y una mierda.
Para mejorar la sanidad en les
voy a dar varias soluciones.
Primera: Hagan que los ciudadanos
españoles seamos todos iguales y que no porque tengan el cupo o el
amejoramiento las comunidades Vasca y Navarra, tengan un gasto casi un 50% mayor
en sanidad que algunas comunidades más pobres.
Segunda: Profesionalicen la gestión
de la sanidad. Me puede alguien explicar que puede saber un médico de dirigir un
Hospital cuando toda su vida ha estado solo operando o pasando consulta. Que
sabe de gestión de equipos u optimización de recursos.
Tercera: Asumir por parte de la administración
central el control de la sanidad. En vez de 17 sistemas de gestión con sus
correspondientes gestores, tendríamos un único sistema, alejado del ciudadano –en muchos
casos es mejor que sea así- que mejoraría sustancialmente la sanidad.
Todo esto supondría un ahorro de entre un 20-30 % y sin modificar el presupuesto mejoraría la atención al
ciudadano como mínimo en ese porcentaje.
Adiós. Me llama mi señora que vamos a urgencias a hacerle una cura por una quemadura que se hizo. Hace mucho calor y una cola interminable. Nos sentamos a la puerta en un banco de mármol. Una avenida peatonal con el suelo de piedras natural. Una fuente enfrente rodeada de miles de de flores de variados colores y un edificio -de cristal y madera- que construyó la administración para albergar un evento ruinoso -¿os suena las exposiciones mundiales?
Leemos mi señora y yo.
Leemos mi señora y yo.
Dos horas después nos toca la cura y afortunadamente no tuvimos que volver a casa a por la vendas. No hay que por bien no venga y nos acabamos mi señora y yo ambos libros empezados. El mío la recomiendo: Los días contados de Miklós Bánffy.
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