He leído estos
últimos meses muchos libros interesantes. Mis preferencias, novela
sudamericana, Vargas Llosa del que me referiré más adelante a una novela suya;
García Márquez, que maravilla Amor en
tiempos del cólera; americana, Philip Routh, su novela Pastoral americana elegía al nihilismo o al buenismo, Paul Auster La noche del oráculo, Invisible.
¿Algo español? Mis
hijas me han regalado el último de Javier Marías: Así empieza lo malo. Es mi próxima lectura cuando acabe una novela
thriller de David Baldacci. Perdón, de vez en cuando intercalo este tipo de
lecturas.
Volviendo a Vargas
Llosa. Sin olvidarnos de su trayectoria política –candidato hace años a la
presidencia de su país Perú- siempre me extrañó que no le hubiesen concedido el
premio nobel antes. Qué gran novela la
fiesta del chivo. Y qué maravilla de cuento Elogio a la madrastra. Son algo más de 100 páginas pero justo de
disculpa de pasar una tarde de invierno en casa inmerso en su lectura. La
felicidad del matrimonio (Rigoberto y Lucrecia) con su hijo Fonchito (Alfonso)
es destruida por la perversión de este.
Después de escribir
el Elogio…, gano el premio planeta
con su obra Lituma en los Andes. A
continuación publico Los cuadernos de
Rigoberto. Y aquí voy. Es una novela escrita a modo de diario posterior a
los hechos descritos en Elogio…
En el libro se hace referencia a
ciertas obras de arte de marcado carácter erótico: El origen del mundo y Pereza
y lujuria, de Gustave Courbet; Desnudo con gato, de Balthus; Diana y sus compañeras, de Johannes Vermeer; La
Priére y La espalda de Kiki de Montparnasse de Man
Ray, los grabados eróticos de Utamaro o El
baño turco, de Jean
Auguste Dominique Ingres. No conocía estos
artistas, pero menos aún a los que hacía casi siempre referencia nuestro
Fonchito: Gustav Klimt y Egon Schiele, maestro y alumno de la
escuela austriaca del modernismo. He estado últimamente en Viena y visité el
museo Belbedere en
donde se podía ver toda la pintura austriaca incluido lógicamente a Gustav
Klimt, Egon
Schiele, Oskar Kokoschka y Max Oppenheimer.
Sigo reconociendo mi
ignorancia, sobre todo cuando la sala que contenía El Beso, estaba totalmente
llena. Cuando vuelva a Madrid me acercaré al museo del Prado y me fijaré en cómo
están de visitantes las salas en donde se ubican por ejemplo Las Meninas, Las
tres gracias o El caballero de la mano en el pecho.
Muchas referencias en Viena a Sisi -mi señora- cuando paseábamos por los amplios bulevares, palacios y jardines que supuestamente transitaba la mujer del Archiduque Francisco Jose.