Una de las mejores
películas de la historia -posiblemente entre las diez primeras- sea “solo ante
el peligro” dirigida como todo el mundo sabe por Fred Zinnemann y protagonizada
por Gary Cooper, Grace Kelly –que mujer más guapa ¡
Fue realizada
en el año 1952 –como todo el mundo sabe cuando yo nací- y como tal debería
significar algo para mí. ¿Quién no ha estado alguna vez solo ante el peligro? Muchos
presidentes, ejecutivos, generales, modestos trabajadores y supongo que alguna
ama (o amo) de casa.
Desde que el
cine es cine y los americanos son los dueños del mundo, sus presidentes tienen a
su disposición -bien en 35 mm, en casete VHS, CD o disco duro - miles y miles
de películas. Una de las más visionadas
por los ocupantes de la “casa blanca“ es solo ante el peligro. Supongo que
además de su calidad por las enseñanzas sobre el amor, la amistad y la soledad.
Se cuenta que
fue la película favorita de Bill Clinton. La vio 17 veces durante sus dos
mandatos como Presidente de Estados Unidos. Sería curioso conocer si alguna vez
lo hizo con Mónica Lewinsky. Muchos
fuman –o fumaban- un cigarrillo después de las relaciones sexuales. El 42
presidente de EEUU a lo mejor veía la mencionada película en lugar de la insana
costumbre de fumar. ¿Será la razón de haberla visto tantas veces? Supongo.
Yo
posiblemente la vi una o dos veces. No era más que un western de acción en donde
los buenos triunfaban sobre los malos. No podía ser de otra forma. Y además los
“buenos” eran dos, uno guapo e inteligente, y otra guapa –perdón guapísima- inteligente
y reina.
Tuvieron que
pasar cincuenta años de mi nacimiento para entender el verdadero significado de
la soledad. Fue allá por el año 2002 cuando mi empresa me pidió ir a dirigir
una fábrica en una comarca navarra muy afín al terrorismo etarra. Situada a la
entrada del valle de la Sakana –en español la barranca- en donde discurre el
rio Arakil. A los pocos días de instalarme en mi puesto y enterarme de la
situación política de la zona, que lógicamente condicionaba la vida laboral de
la fábrica, me eche a temblar. Donde me metí ¡ Treinta y tres kilómetros de
longitud tiene el mencionado valle. Prácticamente “todos” los pueblos –catorce en total-
asentados en ambos márgenes del rio estaban regidos por el Herri Batasuna.
Tremendo.
Y como es
lógico su brazo sociolaboral le andaba a la zaga. Ela y lab copaban todos los
comités de las industrias de la zona.
En la fábrica
había una mesa en la sala de reuniones – sala de consejo cuando eran Cementos
Cangrejo- de un tamaño tal que en un lado cabían los doce sindicalistas que
decían representar a los trabajadores –encantados estos porque obtenían de la
empresa lo que querían. Frente a ellos nos colocábamos nosotros.
Cuando miraba
de frente y veía la facha de tales personajes con sus camisetas de tirantes
blanca o negra, barbas de varios días, pendientes de distinto pelaje y una
sonrisa de descaro, parecían nacidos de
la pata de Sabina Arana.
En ese
escenario de actores fracasados y atrezzo barato, nos movíamos difícilmente. Y
a pesar del explicito apoyo de la empresa, me encontraba muchas veces “solo
ante el peligro”. Pero sin Mónica. Perdón, sin Sisi.