Hace años que deje de ir a los conciertos de Navidad, y no porque no me gustasen. Con mayor o menor acierto por parte de las orquestas que venían a Palencia –¿Por dónde cae Palencia? me preguntan muchos- siempre era agradable oír los valses de los Straus (tío y sobrino) o las polcas -Tritsch-Tratsch- y marchas –Radetzky- de lo más florido del imperio Austro Húngaro. Por supuesto no faltaba alguna obertura de un famoso concierto. Los bises solían incluir
Y debí de dejar de ser feliz en parte porque como
dije, no volví a ningún concierto más.
Pero hete aquí que mi gran amigo Goyo - rojo y del
Barsa, como se puede caer tan bajo- tiene una hija que heredando las cualidades
musicales del padre- de joven se peleaba con unos palos y una batería en un
conjunto muy conocido en Palencia –ha hecho la carrera en el conservatorio
consiguiendo ser una virtuosa violinista. Toca en la joven orquesta
sinfónica de Valladolid y le prometí que al próximo concierto iría a
verla. No sabía que interpretarían ni dónde. Mi sorpresa fue cuando me
enteré que sería el tradicional concierto de Navidad. Vaya.!!!! ¿Cómo
interpretará nuestra buena Raquel la polca Tritsch-Tratsch ?
O el vals del emperador.
Más adelante salí de dudas y comprobé que estaba
equivocado al comprobar que el tal concierto de Navidad no se basaría en las
tradicionales polcas, valses y marchas, sino en conocidas canciones sudamericanas.
Fui un poco despistado al Auditorio de Miguel Delibes.
No sabía que me iba a encontrar. Encima acompañado de Goyo y ambas esposas (nuestras
mujeres). Se daba la circunstancia que a la misma hora jugaba el Barsa con el
Valladolid y para más casualidad al lado del auditorio Delibes, en el Estadio Zorrila.
Lo único que no me sorprendió fue que ganó el equipo independentista y que mi
amigo me estuvo cantando los goles a pesar del silencio que se obliga en un
acto como el que asistíamos. Porque el resto fue una continua sorpresa. Que
auditorio. Que maderas. Que techo. Que sillería. Que iluminación. Con capacidad
para 1800 personas fue construido en la época álgida de la burbuja inmobiliaria
por el famoso Arquitecto Ricardo Bofill – No confundir con su hijo del mismo
nombre que, como a Clara, le gustaba hacer amigos por la nieve, además de
–supongo- hacer feliz a Paulina Rubio.
Sentado en mi silla de palco me encuentro, ya
colocados en sus posiciones detrás de la orquesta, al orfeón de Valladolid
esperando la entrada de la joven orquesta, el primer violín y su director
Ernesto Monsalve. La formaban sesenta músicos más o menos. Como siempre,
la cuerda alrededor del director, atrás el viento y al fondo del escenario la
percusión, un piano y un Arpa rompían la simetría de la distribución. En esta
distribución observar que la mayoría del grupo de violines eran mujeres y que
se iban incrementando los varoness a medida que aumentaba el tamaño del
instrumento de cuerda y se alejaban de la posición del director –todos los
percusionistas eran varones.
Y empieza el concierto con la obertura La
Clemencia de Tito de Mozart. Después siguieron las canciones sudamericanas;
tangos, boleros, valses, etc. Todas muy conocidas y muy bien interpretadas. Por
el orfeón y en algún caso por Fámara Valido y Juanjo Conde. Hubo un cantante
más que mejor es que no se hubieran acordado de él.
Adelita fue la más popular de todas, e incluso la
utilizaron para un vis. Para mí la mejor Alma llanera-abrir este vínculo y oís una versión orquestada. Como era de esperar el
concierto se acaba con El Aleluya de Haendel. Algunas palabras y los mejores
deseos de los organizadores para los asistentes al concierto. Concierto que
está dirigido por el Opus y su recaudación para una ONG que esta organización
tiene en África. Extrañado de la aparición de los seguidores de Escribá de
Balaguer en un auditorio de la junta, me entero que también que Juan
Vicente Herrera y alguno de sus consejeros son del Opus. Caramba¡¡¡