Con permiso de la Real Academia de la Lengua, las Rodríguez
existen. Esta mañana he acompañado a mi mujer a la cochera de nuestra casa de
Santander porque se iba a trabajar a Palencia. Pobre. Los peligros de la carretera. La soledad de la mujer trabajadora. Yo de vacaciones y ella como parte de un colectivo cada vez mas numeroso. Qué pena. No he sido nunca
Rodríguez pero si que conozco las peripecias de estos. Desorden, suciedad, aburrimiento
llenaban las horas de los que se quedaban trabajando mientras sus señoras se
tostaban en las playas normalmente mediterráneas. La buena vida nocturna de
estos personajes de la fauna española tenía más de leyenda que de realidad.
Bien por principios o por imposibilidad técnica, no se jalaban una rosca. Al
final llegaban a casa mamados y sin ganas de repetir. Nunca disponían de
servicios de externalización de los
trabajos domésticos –comúnmente llamada “chica”- porque o bien se aprovechaba
para darle vacaciones o se la llevaba la señora a su apartamento de la playa; y
esto los que podían porque la mayoría de los mortales tenían personal propio –marido
y mujer- para ello.
Total que la casa sin barrer, fregar, planchar, etc. Cansado
de comer fuera y de excesos alcohólicos, los Rodríguez dijeron que hasta aquí hemos
llegado. Se pusieron de acuerdo con las feministas y consiguieron que muchas de
ellas trabajasen. Se realizaban personalmente.
Ahora bien, faltaba uno de las dos condiciones para que
hubiese Rodriguezas –perdón otra vez a la RAE. Tenían que perder el trabajo los
hombres. ¿Como? Con una crisis. Volvieron a ponerse en contacto con las
feministas y llegaron a la conclusión de que la mejor forma de conseguir una fuerte crisis es
mediante dos objetivos: el primero interior, pedirla a Zapatero que apruebe un Plan-E; el segundo, a nivel mundial, es
ponerse en contacto con las mujeres de los Leman Brothers –ya está bien de
machismos- para que induzcan a sus maridos la creación de la mayor crisis
conocida después del 29 del siglo pasado.
Muchos fueron al paro y se consiguió el objetivo de que la
mujer sigan trabajando y los maridos en las playas, bares o en su casa sin pegar palo al agua.
Y todos los que han creado este desaguisado con
unos sueldos escandalosos, pensiones inmorales, patrimonios inalcanzables,
están viendo desde el privilegio de sus balcones de oro la miseria de los
mileuristas, parados, y los afortunados rodriguezes y rodriguezas. Pero esa es otra historia.