Estoy en Santander pasando mis
merecidas vacaciones después de tanto trabajo y estrés como he sufrido. Gran
ciudad Santander, maravillosas playas y gran ambiente cultural en verano. Llevo
viniendo casi 20 años en julio y no me canso, aunque caigan chuzos; que no es
el caso de este año que no solamente hace de playa, sino que hay que llevar la
sombrilla para protegerse de los peligrosos rayos de sol. Bendito cambio
climático porque me encanta retozarme en la playa –vuelta y vuelta- mientras
leo, hago algún que otro sudoku y si la temperatura lo permite me baño. ¡Cómo
iba a faltar el verdejo¡ Así que en condiciones normales lleno la mañana fácilmente.
Algún bocadillo que otro me como cuando llego tarde a la playa y se me solapa
con la comida. Curioso, el otro día me dijeron que la segunda playa del
sardinero –a donde voy yo- la llaman la del bocadillo. Será por mí quizás.
Porque doña Carmen Martinez Bordiú no lo comerá. Su
nuevo novio le invitará a
suculentos platos en los mejores restaurantes de Santander. Yo le recomendaría –aunque lo sabrán- La
Radio o La bombi.
Aprovecho también para jugar al
golf, ver cine –fundamentalmente en la Filmoteca de Cantabria- asistir a
algunos actos de la UIMP y por supuesto tomar
algunas cervecitas y comer las suculentas rabas santanderinas.
Todos los años igual. O no. A lo
mejor tomo menos cervezas o voy menos a los restaurantes o juego menos al golf
o…. Desde el año 2007 que empezó la crisis, parece que cada vez hay más personas
“diésel”, es decir andan mucho y consumen poco. Y claro la crisis hace que los empresarios
de la hostelería del mundo mundial –incluida España- baje costos, y que mejor
forma de bajar costos es echar a un profesional de toda la vida y poner a un
joven –quizás sea más barata una “jovena”- camarero inmigrante para servir en
por ejemplo el antiguo Rhin de Santander que lo ha comprada últimamente el un famoso grupo hotelero.
Empecemos por el principio: después de una mañana genial en
la playa exenta de bocadillo, fui a la Magdalena a un encuentro de periodistas y
alumnos de periodismo de la UIMP. Entre ellos Fernando Jáuregui –presidente de
DiarioCritico al que conozco desde
hace un par de años. Nos fuimos a tomar un café. Gran día para buscar un lugar con
aire acondicionado. Bajando por Reina Victoria al Sardinero no había más
elección que el Rhin. Habiéndolo comprado el grupo Silken, no dudábamos que íbamos a
acertar; y aquí vuelvo con lo de la crisis y la restauración. Me atiende la única persona que
había en la barra (parecía una “jovena” de origen sudamericano) y al
solicitarle un verdejo de Rueda, me quiso dar un blanco de la misma
denominación de origen al que rechacé porque solo me gusta la uva verdejo. No
entendía –la joven- la diferencia entre una denominación de origen y un tipo de
uva. Cambié a coca-cola zero. No sé porque me pareció que podía ser pepsi y le pedí
verlo. Me contestó que si no me fiaba. Pregunta ociosa por los antecedentes del
vino. Con la desfachatez de los correligionarios de los Evo y el difunto Chavez
me espetó que si había tenido mal día. Dos reacciones me vinieron a la cabeza.
La más propia de mi carácter vehemente, decirle que sea un poco mas profesional
y educada y dejarse para su entorno más cercano ciertos comentarios. La
segunda, esbozar una sonrisa y tomarme tranquilo la coca cola; así lo hice, me he ahorrado 80 calorías -no tomé el vino-y una
arruga que me hubiese salido en la frente. Ya sabéis el aforismo muy español:
tengo un día excepcional, espero que no venga un gilipollas y me lo tuerza; vino
pero no me lo estropeó. De todo esto no se enteró me amigo Fernando porque
estaba hablando por teléfono.
Por cierto, además de no tener verdejo -el bar- no tenía aire
acondicionado..... La crisis.